miércoles, 20 de agosto de 2008

Fragilidad en los ancianos: disminución en su calidad de vida e independencia


Dentro de los síntomas clínicos, es posible encontrar bajo peso, pérdida de la masa muscular (sarcopenia), osteoporosis y disminución de la percepción de sus sentidos

La fragilidad es definida como la dificultad o dependencia para desarrollar las actividades cotidianas, es decir, el anciano pierde la capacidad de cuidarse por sí mismo. Para su diagnóstico se desarrolló un cuestionario que abarca áreas como son la movilidad, la masa muscular, equilibrio y funciones sensoriales, y se recomienda en personas mayores de 70 años.

Otra definición utilizada es la dependencia de otra persona para recibir cuidados, en otro contexto, la fragilidad se entiende como un fenómeno social, pues entre más frágil sea el anciano, la morbilidad y mortalidad aumentan.

En la práctica clínica, la debilidad de las personas mayores es frecuentemente descrita por cambios como son discapacidad, presencia de comorbilidades y fragilidad, lo cual, hace más vulnerable al adulto mayor y se ve la necesidad de que sea asistido. Generalmente estas tres condiciones se encuentran asociadas.

La discapacidad se denomina como una pérdida paulatina de las habilidades mentales, lo cual, es una limitante para el desempeño de las actividades cotidianas. Mientras que la fragilidad, se caracteriza por múltiples patologías como son bajo peso, fatiga, dolor muscular, poca energía, disminución de respuesta motora, además de una lenta reacción cognitiva. Esto en conjunto, crea un círculo vicioso, en donde en ocasiones es necesaria la intervención médica e incluso la hospitalización.

Si oportunamente se somete a cuidados y rehabilitación, el adulto mayor es capaz incluso de cuidarse por sí mismo, aunque es recomendable una vigilancia, de esta forma puede continuar con sus actividades cotidianas y vivir un poco de independencia, características que elevan su calidad de vida.

En Canadá, en un cuestionario a través del cual se evalúa al adulto mayor, se integran criterios como capacidad cognitiva, motivaciones, capacidad de comunicación, movilidad y equilibrio, integridad del sistema digestivo, capacidad sensorial, sueño y descanso, estado nutricio e integración social.

Por otra parte, también es común encontrar una elevación de marcadores serológicos como son la proteína C reactiva y citoquinas como la interleucina 6, que en conjunto incrementa los procesos de inflamación y coagulación, lo cual provoca mayores enfermedades crónicas, por ello, estos marcadores biológicos deberían integrarse como parte de una evaluación preventiva.

La fragilidad y la incapacidad son entidades clínicas asociadas a la vejez, los mecanismos de origen aún no se conocen con exactitud y tampoco hay un acuerdo con su definición. Lo que es cierto, es que cuando estas entidades clínicas se asocian, la calidad de vida del adulto mayor disminuye, pues depende de otros, aún en sus cuidados básicos, situación que puede llevar al adulto mayor a una depresión mayor.

Aunque no se conocen los mecanismos exactos de la fragilidad e incapacidad, en la actualidad, se sabe que a través de hábitos saludables, la vejez puede ser una etapa plena, por ello, desde edades tempranas se recomienda una alimentación suficiente y adecuada y actividad física constante, para mantener una mente clara y así los procesos de envejecimiento no serán tan severos.

Referencia informativa: Ann. Nutr. Metab. 2008; 52 (suppl. 1):6-11; J. Am. Geriatr. Soc. 2007; 55:780-791

Fuente: Departamento de Comunicación y Contenido, Todo en salud.org

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